Ayer a la hora de comer cuando todos nos sentamos a la mesa paso algo muy extraño. Tras casi veinticinco años de vida vi por primera vez llorar a mi padre. Ni mi madre lo había visto llorar y llevan casados veintiséis años. El motivo fue que le habían informado en el trabajo de la muerte de un buen amigo suyo: Enrique.
Yo conocí a ese hombre y debo decir que era un buen hombre. Trabajador, cordial y muy, muy vital. Era una persona de esas que te daba buen rollo, que sabia sacarte una sonrisa. Era un luchador nato y lo demostró cuando hace nueve años se le diagnostico un cancer de pulmón. Lucho contra el cancer y consiguió detener su avance. Gano una batalla que muchos pierden y la gano con orgullo. Pese a que el cancer le hizo retirarse del trabajo y tener que estar de médicos cada dos por tres el no se undio, siguió haciendo su vida con la misma sonrisa. Hace ya unos tres años le tuvieron que extirpar un quiste que le había salido en la columna, se llego a pensar que era debido al cancer pero no fue mas que un susto. Así que todo parecía normal, dentro de la normalidad que podía tener. El tiempo fue pasando y hará cosa de dos meses la fortuna le hizo un guiño y la lotería primitiva le regalo casi treinta millones de pesetas, un dinero que no ha disfrutado demasiado. El viernes fue ingresado para una revisión de prostata y cuando su mujer lo dejo para ir a comer a casa algo ocurrió. Carmela no volvió a ver a su marido con vida, cuando volvió al hospital Enrique ya había fallecido. Ahora se esta a la espera de los resultados de la autopsia, como mínimo para saber lo que lo mato. Parece que la cadavérica dama de capucha y guadaña por fin consiguió ganarle la partida a Enrique tras cincuenta y nueve años.
Descansa en paz Pieza y media, que si hay cielo eres tu uno de los que mas se lo ha merecido.
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